“Cobra”, de Severo Sarduy / Por Luis Benítez

El sello chileno Editorial Cuneta tuvo la excelente iniciativa de publicar en Buenos Aires el antológico título del gran autor cubano.

Siendo ya un clásico del género, Cobra (1), de Severo Sarduy, resultaba desde hace mucho tiempo imposible de conseguir en la Argentina, cuando se trata de un volumen de obligada presencia en el estante del buen lector. Es por ello que resulta muy de agradecer que la chilena Editorial Cuneta, tras reeditarlo en su país, lo hiciese también del otro lado de la Cordillera de los Andes, tornándolo así disponible y al alcance ávido de quienes buscaron infructuosamente este volumen durante años, lo que incluye también a quien escribe estas líneas.

¿Novela? A décadas de su edición prínceps (1972), este texto casi inclasificable parece desbordar los cómodos encasillamientos del pasado, por su índole experimental a ultranza y punto de partida del interés de su autor en aquello que va más allá del campo de la ficción, al imbricar en Cobra, dentro de una misma diégesis, tanto a la virtualidad del personaje central como a sí mismo y aun al lector de sus páginas, mediante un arrollador despliegue lingüístico. Sendero que Sarduy continuó posteriormente en sus siguientes narraciones: Maitreya(1978), Colibrí (1984) yCocuyo (1990).

Suele decirse que el genuino personaje central de un texto de ficción es exclusivamente el lenguaje y todos los demás elementos que señala la narratología -protagonista, antagonista, personales secundarios y terciarios, trama, conflicto, etc.- constituyen meros pretextos, subterfugios, coartadas que emplea el autor para desgranar sus habilidades y también sus pifias cuando estas tienen lugar.

Este título canónico de Sarduy parece darle la razón a quienes afirman lo anterior y constituirse en paradigma de dicha conclusión.

Si vamos a “la historia narrada”, no podría ser más simple, inclusive anodina en otras manos que no fuesen las del gran maestro cubano. Cobra es el nom de guerre de un travesti, figura estelar de un lenocinio llamado Teatro Lírico de las Muñecas. El drama que vive Cobra lo establece el notorio tamaño de sus pies, rasgo que delata su condición física masculina. Los grandes autores no precisan partir de situaciones insólitas ni inesperables para concretar sus obras. El asesinato cometido por un estudiante pobre contra una anciana avarienta es, periodísticamente, apenas un hecho digno de figurar en las últimas páginas de la sección correspondiente en cualquier mass-media. En manos de Fiódor Mijáilovich Dostoyevski (1821-1881) se convierte en muy otra cosa: una obra de arte escrito.

A partir de la desdicha de Cobra Sarduy edifica un texto deslumbrante, hiperbólico, dotado de maravillosos neologismos y donde la espléndida plasticidad de la lengua castellana brilla hasta sus mismos límites posibles, tanto en lo que hace a su carácter formal como a los núcleos de sentido que puede albergar, sin dejar de lado las sonoridades que no vienen a modo de adorno sino que complementan abundantemente los extraordinarios juegos del cubano entre significados y significantes. Pruebe si no el lector de recorrer Cobra en voz alta, tomando al azar cualquiera de sus páginas y agradecerá también el buen oído de Severo Sarduy para elegir acertadamente las notas y los silencios de una partitura secreta, pero sutilmente presente en esta creación que bien mereció el prestigioso Premio Médicis cuando su primera edición.

El autor

Nacido en Camagüey, Cuba, el 25 de febrero de1937, y fallecido en París, Francia, el 8 de junio de1993, Severo Sarduy fue narrador, poeta, pintor y ensayista. Es considerado uno de los escritores más originales, atrevidos e inteligentes del siglo XX, además de una figura central del neobarroco latinoamericano. En 1956 se mudó a La Habana con la intención de seguir la carrera de medicina, pero pronto abandonó esos estudios para dedicarse a las letras y las artes. Comenzó a colaborar con la revista Ciclón, fundada por José Rodríguez Feo y Virgilio Pinera, lo que le permitió entrar en contacto con los escritores cubanos del momento, entre ellos José Lizama Lima, de quien siempre se sintió “el más auténtico heredero”. En 1960 se trasladó a París para estudiar artes en la École du Louvre y nunca regresó a su país natal. En la capital francesa se vinculó al grupo de intelectuales y escritores nucleados en torno a la revista Tel Quel, reconocida por promover el estructuralismo y la escritura experimental. Es autor de las novelas Gestos (1963), De donde son los cantantes (1967),Cobra (1972), Maitreya(1978), Colibrí (1984), Cocuyo (1990) y Pájaros en la playa (1993). Entre sus ensayos se destacan Escrito sobre un cuerpo (1969) y Barroco (1974).Sus libros de poemas son: Flamenco (1971),Big Bang (1974),Daiquiri (1980), Un testigo fugaz y disfrazado (1985), Un testigo perenne y dilatado (1993) y Lucidez (1988). Tradujo al francés a José Lezama Lima, Reinaldo Arenas, Manuel Puig y Sergio Pitol. Recibió el premio Médicis en 1972 por Cobra.Gabriel García Márquez afirmó una vez que se trataba del mejor escritor de la lengua, aunque el menos leído.

NOTAS

(1)Editorial Cuneta, ISBN 978-956-6100-16-4, 216 pp., Buenos Aires, 2023.

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