Ninguna música ha podido derrotar a Gardel /Por Manuel Tiberio Bermúdez.

Hoy hay velas encendidas para rememorar la fecha luctuosa de la muerte del «Mudo» Carlitos Gardel. Nadie que guste del Tango olvida que el 24 de junio de 1935 murió de avionazo en el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín, el inolvidable «Morocho del Abasto», Carlos Gardel.

Hace 89 años, cuando viajaría para presentarse en Cali, sucedió el accidente que más noticias ha producido, que más estudios ha generado sin lograr esclarecer las causas del mal momento que dejó al cantante hecho cenizas.

Los gardelianos de siempre rememoran este día, destapando una de «amarillo» para buscar el llanto ya llorado, pero que a punta de nostalgias vuelve a ser lágrima que rueda en homenaje al ensombrerado y sonriente, Carlitos Gardel.

Carlitos «viralizó» el Tango y este ritmo, caminó en los discos por todos los países de habla hispana. Su nombre fue pronunciado millares de veces y sus canciones eran como himnos obligados en el momento de pedir «caneco».

«Percanta que me amuraste en lo mejor de mi vida», mientras escribo, suenan de fondo las guitarras y me voy de viaje en la voz «del francesito» hacia los cafés de mi pueblo, a la noche bohemia con los amigos de ayer. Gardel sigue llenando las noches vagabundas en cualquier rincón de la tierra en donde se brinde por la ausencia o los recuerdos.

Ninguna música ha podido derrotar al «Zorzal» en nuestro gusto musical y eso que nos ha tocado pasar por todos los ritmos, porque ninguna de ellas acompaña tanto en esos momentos en que el corazón rememora «bajo el ala del sombrero/cuantas veces embozada/una lágrima asomada/ yo no pude contener/».

Para quienes amamos ese ritmo sensual y cadencioso con destello de puñales y olor a mujer enamorada o lejana, Carlitos seguirá como compañero de viaje en las noches que vuelven a nosotros los recuerdos que creíamos olvidados, pero que están allí agazapados en esa vieja canción que hoy evocamos: «Tengo miedo del encuentro/con el pasado que vuelve/a enfrentarse con mi vida/Tengo miedo de las noches  / que pobladas de recuerdos/encadenen mi soñar/, pero el viajero que huye/tarde o temprano detiene su andar»/.

Para algunos de nosotros, el tango es mucho más que letra con música, es nuestro pasaporte hacia el pasado, a los amigos idos, a la primera novia que aún al evocarla nos prende lucecitas en los ojos; a la primera pelea donde probamos el guapo que nos habita; y también a las primeras lágrimas que nos cobró la vida por ese hermoso pacto de existir.

Amamos el tango, los que sabemos qué dicen los recuerdos, los que trampeamos al corazón para darle cabida al amor, ese sentimiento con ritmo de violín y bandoneón que nos permite hacer más amable la vida. El tango nos enseña que hemos sido amasados con trocitos de sueños, lágrimas y nostalgias.

Carlitos Gardel sigue con nosotros; más moderno, sí, pero con presencia, sin olvido en nuestro equipaje de recuerdos. Ahora ya no lo escuchamos en los viejos discos de larga duración, ahora van con nosotros en una memoria USB cantando cada vez mejor, desterrando la soledad de nuestros viajes.

Definitivamente, Carlitos Gardel sigue ahí con nosotros. Está en nuestra mejor playlist, para evocar la ausencia de la que un día se marchó para no regresar jamás; o de esta otra a la que cada noche el corazón le abre un espacio a su regreso, o a ella, la que fue la mujer amor y que con la compañía de Gardel puedo evocarla.

Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando
Su boca, que era mía, ya no me besa más
Se apagaron los ecos de su reír sonoro
Y es cruel este silencio que me hace tanto mal.

Un año más de la muerte del Zorzal y sigue tan campante acompañando nuestra nostalgia.

Deje su comentario