Primera Página / Por Renandario Arango

Después del tiempo de habitar en el norte, hay recuerdos que hieren, pues a pesar de los afectos, también existen los contrarios, esos, sí esos: los desafectos.  Dentro de todos estos sobraron suficientes como para tener que clasificar a los, y a las compatriotas después de conocerl(a)os, -(no necesariamente en la forma bíblica… mal pensados)-, para obligatoriamente clasificarlos en una forma muy simple, es decir, dos muy claros fenotipos: los Colombianos de raca mandaca, esos merecedores de afectos y gratos recuerdos, y los otros, los que muy bien disfrutan de mis desafectos, y esos sí que son tan solo para mí, CULOmbianos.

Para llegar hasta esta triste y desagradable conclusión, ya que para algunos la clasificación es recíproca, y aclaro: sufrimos de mutuos desafectos, pues razones sobran, y así como anécdotas… y todas constatables.  Basta contarles que hasta conocer o ser presentado ante el maestro Alejandro Obregón, se me fue negado dos veces, y en esa época por un obscuro oficial del consulado colombiano en Nueva York, y una CULOmbiANA que me negó el permiso de enfocar y hasta disparar mi cámara durante la inauguración de una exposición del maestro, y muy a pesar de él mismo haberme hecho señas de aprobación, (dedo pulgar up), pero ella…. se opuso y me negó el derecho por ser la coordinadora oficial de la muestra.

Lo de el consulado vino después, y fue cuando me presenté portafolio y curriculum en mano ante uno de sus oficiales de turno, y lo hice ofreciendo mis servicios para registrarle todo el seguimiento durante la elaboración del mural en las Naciones Unidas, y la desconcertante respuesta fue: “Ya contratamos un fotógrafo cubano” e hizo mutis por el foro como si le perteneciera la historia; hoy esta misma carece del record fotógrafico, quizá destruido o perdido en algún archivo de un anónimo colega, o ya inexistente del todo para muchos… y con esto, usted puede clasificar al CULOmbiano de la anécdota…Ojo, pues emigrar no garantiza que los congéneres del mismo gentilicio sean amables!

La negativa a fotografiar al maestro Obregón durante su exposición, devino entonces desde cuando la ya mencionada compatriota, y déjenme describirla con algunos desafectos incluidos: rubia dudosa, de tez blanca y ojos color esputo de enfermo pulmonar; y ya con eso soy bien benevolente con el resto. Pues ella había visto y conocía mi estilo fotográfico, y que supiera de fotografía es otro el cuento.  Y otra de las coincidencias… esta misma dama sería la que decidiría incluirme o rechazar mi foto, (como lo hizo), para otro proyecto, y este sí muy bien pago, mientras yo me comía un cable, (como le dicen los cubanos al hambre); pues bien, fue una foto que coincidencialmente ya me habían premiado en Cuba, y como ella trabajaba para la empresa de licores cuyo logo aparece en dicha foto, ya que usaban publicar y publicitar esas fotos destacando lisonjeramente las obras de artistas, y aprovechando así estas sus obras, para ensalsar los altos poderes etílicos de esa marca, y… pues mi foto no lo hacía, según dijo ella.  Lo jodido de la historia fue que después de unos meses, la gerencia de la empresa la obligó a buscarme para ofrecerme esa tan ambicionada opción, y con mas Denarios, pero éste que está aquí, se hizo un nudo en el estómago, pensó dos veces, y se amarró muy bien el escroto para denegarle la única opción de usar mi foto. 

Para insistir en parte de la historia de la foto, (¿y como jode el ego…no? pues haberla tomado encierra otra historia), pues enviar un paquete a la isla desde U.S.A, era toda una odisea, y en ese entonces hube de recurrir a otro colega: Mario Picayo, quien  viajaba y dijo que en el paquete debía incluir a más fotógrafos connacionales, lo cual hice y designé a otro CULOmbiano ( bien corto de historia en el oficio, muy despierto en otras actividades), para que hiciera parte del envío, pues lo hice juntándole mis obligatorias siete páginas de hoja de vida a doble espacio de aquel entonces, y lo comisioné para que fuera él quien le entregara a Mario Picayo el paquete completo, y para los que han osado llegar hasta el final de este texto, tal vez ahora me concedan razón, pero para suerte y porrazo, y ya constatado después en la isla…, de mi hoja de vida solo apareció la primera página.

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